En su más reciente libro titulado La era del capitalismo de la vigilancia (2020), Shoshana hace una reflexión sobre cómo las empresas digitales monetizan los metadatos, dejando de lado la privacidad de los individuos y comprometiendo la integridad de la información. A partir de la lectura que le hace Jennifer Anderson, se puede sintetizar que Shoshana ve que los motores de búsqueda, los cuales aparecen como omnipresentes e interconectados, las redes sociales y los dispositivos con datos, las empresas pueden llevar a cabo una vigilancia de los movimientos, las decisiones y las emociones, de esta manera influir en el comportamiento de los consumidores, al mismo tiempo señala que esa erosión de la privacidad amenaza la democracia (2020; 192). 

En esa misma obra (La era del capitalismo de la vigilancia) menciona Zuboff que las amenazas de la actualidad se encuentran lideradas por la “arquitectura digital omnipresente”; en donde la amenaza de la sociedad del siglo XXI se encuentra controlada e interconectada mediante promesas a partir de cambios a costa de la democracia, libertad y el futuro de los seres humanos (Zuboff, 2021; 2). En una de las definiciones que da sobre la frase capitalismo de la vigilancia se centra en describir el

“Origen de un nuevo poder instrumentario que impone su dominio sobre la sociedad y plantea alarmantes contradicciones para la democracia de mercado” así como el “Movimiento que aspira a imponer un nuevo orden colectivo basado en la certeza absoluta” y la “Expropiación de derechos humanos cruciales que perfectamente puede considerarse como un golpe desde arriba: un derrocamiento de la soberanía “instrumentarismo”, el cual “conoce el comportamiento humano y de la forma, orientándose hacia los fines de otros” (Zuboff, 2012; 12). 

Zuboff apuesta a que a partir del conocimiento del poder, comenzamos no solo con un proceso de “automatizar los flujos de información referida a nosotros”, sino que también “comenzamos a automatizarnos” lo cual, permite que el capitalismo de la vigilancia se haga cada vez más complejo y al mismo tiempo comience un nuevo poder al que llama del pueblo” (2012: 6). 

El capitalismo de la vigilancia, hace que se conozca todo sobre las personas; acumula conocimiento y genera poder a través de las mismas personas. “Acumulan montañas inteligentes de nuevos conocimientos extraídos de nosotros, pero no para nosotros” menciona Zuboff. De esta manera, el capitalismo de la vigilancia genera diversas consecuencias que son aplicadas en la vida cotidiana de las personas; ignoran las normas sociales, anulan los derechos elementales asociados a la autonomía individual, Zuboff menciona que estas consecuencias hacen que siquiera se pueda pensar en sociedades democráticas, pues así como las sociedades se transforman de manera rápida, el capitalismo del conocimiento se hace cada vez más resistente hacia una forma de generar poder hacia las personas, hacia el futuro. 

 El poder instrumentario que se origina a partir del capitalismo del conocimiento hace que se organice y afine la sociedad, de esta manera menciona Zuboff que se alcanza una confluencia social análoga en donde la presión del grupo y la certeza computacional sustituyen a la política y democracia, no solo afectando a personas adultas sino que, también las poblaciones más jóvenes que se encuentran experimentando esas dinámicas. A partir del apego a las redes sociales se puede ver que el capitalismo de la vigilancia coloniza el poder, esa dinámica se refleja en cada interacción que se tiene en

En el capítulo final de su obra menciona que el capitalismo de la vigilancia y el poder instrumentario avanzan con gran rapidez haciendo que las ambiciones de los capitalistas sobrepasen la normalidad que tenían, haciendo que ahora comienzan a reclamar el dominio sobre territorios humanos, sociales y políticos, por lo que la mejor manera de comprender ese tipo de capitalismo es como:

“un golpe desde arriba, es decir, no como un derrocamiento del Estado, sino más bien como un derrocamiento de la soberanía del pueblo y como una fuerza prominente en la peligrosa deriva hacia la «desconsolidación» de la democracia que actualmente amenaza a los sistemas democráticos liberales de Occidente. Solo nosotros, «el pueblo», podemos invertir el sentido de ese proceso, primero, poniendo nombre a aquello que carece de precedentes, y luego, movilizando nuevas formas de acción colaborativa que generen la crucial fricción que reafirme la primacía de un futuro humano floreciente como meta fundamental de nuestra civilización informacional. Si queremos que el futuro digital sea verdaderamente nuestro hogar, debemos ser nosotros quienes hagamos que lo sea” (Zuboff, 2021: 26).