Democracia movimientista

Concepto clave

Problematización y desarrollo

La intención de este texto es invitarlos a seguir conociendo y debatiendo sobre el contenido de nuestra gran plataforma digital interactiva “El árbol de la democracia”, con el objetivo de seguir ampliando nuestros conocimientos sobre la democracia y los diversos fenómenos relacionados con ella que nos permiten pensarla como un proceso en disputa y en permanente construcción. 

Para ello, la propuesta consiste en hablarles sobre un concepto que denominamos “Praxis democrática”, el cual nos parece fundamental e imprescindible para enfatizar que las formas en las que podemos pensar y practicar la democracia son diversas, pero todas ellas deben apuntar a situarla como un medio para el cambio social y para el empoderamiento ciudadano. En ese cometido la democracia reivindicada y construida por los movimientos sociales resulta fundamental.

¿Cómo podemos entender inicialmente esta idea de la praxis democrática, que es esencialmente una praxis política? En primer lugar, es necesario concebirla como la necesaria imbricación entre la teoría y la práctica que permite a los sujetos individuales y colectivos formar parte de los asuntos públicos de nuestra sociedad, en segundo lugar, como un proceso permanente y constante de reflexión, de deliberación y de acción colectiva que se inserta en la construcción de una política y una democracia que tienen que ser vistas como medios para la solución de conflictos, para la toma de decisiones colectivas y para la transformación social.

Para hablar del concepto praxis democrática será necesario recurrir entonces al pensamiento de distintos autores, clásicos y contemporáneos, que ya se encuentran incluidos en nuestro Árbol. Y también, por supuesto, será imprescindible destacar la propia acción política y democrática de los movimientos sociales que construyen lo que aquí se denomina “Democracia movimientista”.

Qué mejor que iniciar la revisión y precisión de este concepto que hacerlo con Carlos Marx quien en su famosa tesis 11 sobre Feuerbach nos da, de manera categórica, su definición sobre la filosofía de la praxis al mencionar que: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con ello, queda claro que la lucha política y emancipadora es imprescindible para lograr la revolución. Posteriormente filósofos críticos como Adolfo Sánchez Vázquez (2003) desarrollan el concepto de “filosofía de la praxis” ligándolo a otros como el de organización política, problematizando la noción de historia y agregando temas tan fundamentales como el de la violencia. La obra de este pensador está fuertemente influenciada por la praxis revolucionaria que se observaba en fenómenos como la Revolución Cubana y la expansión de la Unión Soviética. Es necesario también reconocer la importancia de la obra del pensador italiano Antonio Gramsci (1986) quien en su análisis de la praxis política de las clases subalternas la concibe esencialmente como una praxis revolucionaria, donde la democracia es un medio fundamental para la sociedad civil. Bajo la idea de que “la praxis es la unidad de la teoría y la práctica sobre la unidad de la práctica” se alimentó un potente movimiento obrero visto como el motor de la clase trabajadora para impulsar la revolución.

Por su parte, Pablo González Casanova nos dice que estudiar, pensar y practicar la democracia es en sí mismo una práctica social. Constituye un posicionamiento ético y político de los actores, incluyendo a los académicos, para ejercer una praxis donde la democracia “es el método científico aplicado al control de la sociedad mediante el conocimiento inductivo y experimental” (2017).

Paulo Freire (1983) es otro autor imprescindible para pensar la praxis política y pedagógica al definirla como la “Reflexión y acción de los hombres sobre el mundo para transformarlo”, en esta propuesta freireana es importante resaltar que la pedagogía es vista como instrumento político, a la vez que la política se convierte en una herramienta pedagógica que se traduce en un conjunto de enseñanzas políticas, a partir de las cuales se va construyendo una ciudadanía democrática basada en la defensa de derechos y en las luchas por la igualdad, la dignidad y la justicia social.

Para Freire la educación verdadera es praxis, implica una constante y permanente reflexión-acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (Freire, 1983). La educación tiene por tanto un fuerte componente político y se convierte en un mecanismo para construir ciudadanía y defender derechos que son un elemento esencial de la democracia. Freire estaba convencido que la educación situada en el propio contexto de los sujetos es también un instrumento de organización y de movilización social, por lo que la acción colectiva forma parte de la educación colectiva y comunitaria. La praxis pedagógica y política de las sociedades organizadas y movilizadas se convierte en el sustrato de una democracia movimientista que plantea las posibilidades del cambio social.

Como podemos constatar uno de los actores colectivos que más contribuyen a la construcción de una praxis democrática son los movimientos sociales, los cuales no sólo critican y cuestionan la democracia realmente existente, sino que construyen una muy otra democracia en su interior, desde la imaginación política, desde el pensar la transformación y desde la práctica de sus ideales.

Desde los movimientos sociales, la praxis democrática permite profundizar en la construcción de experiencias de democracia reconociendo que existe una demodiversidad donde resaltan dos modelos antagónicos de democracia: el modelo hegemónico de democracia liberal y la democracia participativa que, no obstante sus diferencias, pueden acercarse para construir democracias de alta intensidad, para usar la expresión de Boaventura de Sousa Santos (2017).

Debates actuales

Los movimientos sociales contribuyen a fomentar y difundir el pensamiento crítico al proponer la reflexión y la acción colectiva como una praxis transformadora del mundo, que contribuye a la generación de alternativas y a promover el cambio social. La praxis democrática de los movimientos sociales va encaminada a la emancipación, a romper los sistemas de poder y de dominación que socavan las relaciones solidarias y de cooperación que tienen el germen de otro mundo posible y necesario, por ello, dicha praxis, apunta a la erradicación de la desigualdad social, de la injusticia y de todas las formas de opresión existentes.

La praxis democrática conlleva una praxis política y una praxis pedagógica a partir de las cuales se observa a los movimientos sociales como actores políticos de primer orden que se convierten, a decir de Raúl Zibechi (2008), en escuelas políticas para sus militantes y para amplios sectores de la sociedad generando aprendizajes políticos y contribuyendo a la construcción de una ciudadanía y una cultura política de carácter democrática.

La praxis democrática de los movimientos sociales se basa en una acción política anclada en principios y valores. Por ejemplo, el movimiento zapatista basa su autonomía y su democracia en el mandar obedeciendo cuyos siete principios son: Representar y no suplantar; Construir y no destruir; Obedecer y no mandar; Proponer y no imponer; Convencer y no vencer; Bajar y no subir; Servir y no servirse. Dichos principios se convierten en guía para la acción política y en una especie de seguro colectivo para la comunidad, logrando que los representantes sean verdaderos funcionarios públicos basados en un poder obedencial como lo ha expresado Enrique Dussel (2006).

Por su parte, otros movimientos importantes como los encabezados por el magisterio democrático nacional basan su acción política en principios como: la democracia asamblearia y la búsqueda del consenso y la unidad; la equidad de género; la alianza y la solidaridad con otras luchas a nivel nacional, propiciando también el internacionalismo revolucionario; así como la táctica de la negociación acompañada de movilización para hacer valer sus derechos frente a sus oponentes (Ackerman y Ramírez, 2022).

Con esta acción política, basada en valores y principios, se construye una praxis democrática que supedita la política a la ética dando validez y legitimidad a los acuerdos y a las decisiones tomadas, conformándose una cultura política democrática que dota de sentido a los actores, dándoles armas para posicionarse de mejor manera en el conflicto político frente al Estado y los diversos grupos de poder.

Entender a la praxis democrática como acción política permite verla como una lucha constante, siguiendo nuevamente a don Pablo González Casanova (2017), la praxis democrática implica un compromiso constante del cual emergen valores ético-morales afincados en los principios del bien común.

De esta manera, parafraseando también a don Pablo la praxis política de los movimientos sociales y las luchas de la izquierda en México y América Latina han permitido que se haya ido instalando una idea y una práctica de la democracia desde lo popular que la acerca más a los principios de “libertad, justicia, dignidad y autonomía” y que la aleja de una visión oligárquica y elitista que ha sido dominante (González, 2017).

En un importante documento denominado “Democracia sustantiva, democracia social” que contiene la propuesta que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional llevó a los famosos diálogos de San Andrés con el gobierno federal en 1996 se concibe a la democracia de la siguiente manera:

“Luchamos hoy por la democracia, es decir, por el poder del pueblo. La democracia que queremos construir no es un régimen en que el pueblo sólo tenga el poder para depositarlo en manos de otros que lo gobiernan. Queremos que el pueblo tenga, mantenga y ejerza su poder. La democracia así entendida rebasa en mucho, a un conjunto de procedimientos y representaciones para construir, ejercer y controlar el poder político” (EZLN, 2001).

Hoy, con su autonomía, los zapatistas ejercen y construyen poder popular desde abajo mediante una praxis democrática que hacen y rehacen siempre en colectivo, siempre bajo la idea de un buen gobierno, siempre bajo sus principios políticos del mandar obedeciendo y siempre con el claro objetivo de profundizar su proceso de transformación social. 

En este sentido, el Sub-Comandante Insurgente Marcos conocido hoy como “Galeano” nos dice: “Es necesario construir una nueva cultura política. Esta puede surgir de una nueva forma de ver el poder. No se trata de tomar el poder, sino de revolucionar su relación con quienes lo ejercen y con quienes lo padecen” (1996, citado en Aguirre, 2007). Idea que se complementa con lo afirmado por Enrique Dussel (2006) acerca de que es necesario construir un poder obedencial que en primera y última instancia reside en el pueblo. 

De esta manera, una praxis democrática, desde la perspectiva de los movimientos sociales es, esencialmente, una praxis emancipatoria, una lucha por la igualdad y por la justicia social. Una imbricación permanente, dialéctica y constante entre el pensar y el practicar las diversas formas de solucionar los conflictos, de tomar decisiones y de construir una mejor sociedad.

De esta manera, como mencionamos el inicio la praxis democrática tiene en la denominada democracia movimientista su principal promotor en la medida en que los movimientos sociales son actores que cuestionan las prácticas antidemocráticas de los gobiernos y los partidos políticos demandando mayor democratización, a la vez que se constituyen en espacios para el desarrollo de relaciones democráticas entre sus miembros, militantes y simpatizantes, siendo portadores y generadores de una cultura política profundamente democrática.

Además de los movimientos sociales, la idea de la praxis democrática es extendible a otros actores colectivos como los denominados partidos-movimiento como son, por ejemplo, los casos en México del Partido Movimiento de Regeneración Nacional o en España del Partido Podemos, los cuales son fundamentales no solo para profundizar la democracia desde una perspectiva de izquierda y empoderar a las bases sino, sobre todo, para cerrarle el paso a las derechas, las cuales generalmente son contrarias a la democracia, aunque en su discurso manifiesten estar a favor de ella.

La praxis democrática es diversa y plural, pueden existir tantos tipos de praxis democráticas como grupos sociales y políticos existan. Por lo tanto, lo importante e imprescindible es incentivar el diálogo entre ellas, entre sus principios y entre sus actores. Es necesario dar validez a los distintos saberes y prácticas sobre la democracia para innovar a favor del empoderamiento del colectivo social. La praxis democrática de los movimientos sociales implica la construcción de un sujeto que busca modificar su entorno, cambiar el mundo, transformar las relaciones sociales de desigualdad, opresión e injusticia con las que no está de acuerdo.

Esperamos que estas breves notas para comprender el concepto “Praxis democrática” que está directamente relacionado con el de “Democracia movimientista” los incentive y motive a seguir conociendo la obra de los distintos pensadores y pensadoras contenida en “El árbol de la democracia”, provocándoles gran interés para pensar y practicar la democracia desde una perspectiva de la demodiversidad, dentro de la cual, la forma en que los movimientos sociales piensan, teorizan y practican la democracia contribuye con el deseo y la aspiración de que “otro mundo puede ser posible”.

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