María Zambrano
( 1904 - 1991 )
Filosofía
Mundo Contemporáneo

En contexto

María Zambrano Alarcón nació en Málaga el 22 de abril de 1904. Entre 1924 y 1927, cursó sus estudios de Filosofía en Madrid. En 1930 publicó su primera obra, titulada Horizonte del liberalismo y en 1931 fue profesora auxiliar de la Cátedra de Metafísica en la Universidad Central. Además, colaboró en diversas publicaciones como Revista de OccidenteCruz y Raya Hora de España. Cuando estalló la guerra civil española, en 1936, regresó a España para colaborar con el bando republicano (María Zambrano, s. f.). Este suceso histórico influyó de manera especial en el pensamiento de Zambrano, su madurez intelectual corre a la par que el franquismo y culmina con la muerte de Franco en 1975 y la etapa de consolidación del régimen democrático (Alvarenga, 2004).

Como resultado del triunfo de Franco en la guerra civil, en 1939, María Zambrano tuvo que salir huyendo de la persecución. Después de viajar por ciudades como París, Nueva York o La Habana, la filósofa finalmente decide instalarse en México, donde impartió clases en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo en Morelia. Durante sus primeros años en el exilio publicó Pensamiento y poesía en la vida española Filosofía y poesía. En 1946 viajó a Paris; entre 1948 y 1953 residió en La Habana, y posteriormente en Roma, allí escribió algunas de sus obras más significativas, tales como El hombre y lo divinoLos sueños y el tiempo Persona y democracia. En 1964, abandonó Roma para instalarse en Francia “y en este periodo de retiro su propuesta filosófica adquiere un tono místico que se refleja en obras como Claros del bosque o De la aurora” (María Zambrano, s. f., párrafo 3). En 1981 fue reconocida con el Premio Príncipe de Asturias y con un doctorado Honoris causa por la Universidad de Málaga. En 1988 recibió el Premio Miguel de Cervantes Literatura por parte del Ministerio de Cultura de España. Murió el 6 de febrero de 1991 (María Zambrano, s. f.).

Mapa de ubicación

EUROPA

ESPAÑA

Bandera

Contexto intelectual

Las ideas políticas que marcaron los primeros años y juventud de la filósofa las heredó de su padre, Blas Zambrano, académico y militante socialista, quien llegó incluso a presidir la Agrupación Socialista Obrera. Asimismo, a lo largo de su vida conoció a numerosos intelectuales y Alvarenga (2004), nos sintetiza las figuras que marcaron intelectualmente a Zambrano durante su juventud y madurez:

Obviamente, en las ideas de María Zambrano hay, como en toda gran autora, la impronta de varias lecturas: para este caso, cabría apuntar fuentes filosóficas (Heidegger, Nietzsche, Ortega y Gasset), místicas (San Juan de la Cruz, Miguel de Molinos) e incluso pictóricas (Zurbarán). Sin embargo, nos adentraremos en dos influencias que provienen de la literatura y tienen densidad filosófica: Antonio Machado y Miguel de Unamuno. (pp. 4-5)

Ahora bien, para entender la filosofía de María Zambrano desde un contexto más amplio, expondremos a continuación su idea de una razón poética, misma que atraviesa su obra de madurez, extendiéndose hasta su pensamiento político. Primero revisaremos el concepto de razón poética en un sentido ontológico y luego veremos cómo se extiende al ámbito de lo político.

Lo primero para tener en cuenta sobre este concepto zambraniano es que constituye una crítica al racionalismo moderno. Para entender en qué consiste tal crítica, será necesario remontarnos a la relación originaria entre filosofía y poesía. De acuerdo con Zambrano (2013), en la tradición occidental filosofía y poesía son concebidas como cosas antagónicas. La filosofía es afán de unidad, mientras que la poesía es multiplicidad. Muestra de este antagonismo es el rechazo expresado por Platón en su República hacia los poetas, desterrándolos de su ciudad ideal, por la distancia en términos ontológicos que existe entre la poesía y lo que él considera verdadero.

De la imposición del método filosófico sobre la poesía surge lo que Zambrano denomina ‘crisis del racionalismo’: “La opción filosófica parmenídea triunfó históricamente en Occidente, de manera que el racionalismo sobrepasó los límites de la teoría para convertirse en un horizonte cultural” (Murcia, 2009, p. 42). Las implicaciones de esto en la vida práctica son, por ejemplo, el surgimiento de absolutismos: “El racionalismo conlleva una pretensión de dominio absoluto, ‘es el culto absoluto a la unidad, una unidad tal que abarque y reduzca la vida entera: la persona, la sociedad, la historia’” (Zambrano, citada en Ortega, 1994, p. 29).

A María Zambrano le interesa reconciliar la relación entre filosofía y poesía; por esto, creó el concepto de razón poética. Su proyecto filosófico puede entenderse como una búsqueda de nuevos horizontes ante el panorama que ofrece el racionalismo moderno (p. ej. según esta idea, la dictadura de Franco en España es su resultado). La razón poética, “quiere abrir una visión del pensamiento como actividad propia de la vida, que la razón se funde en el ser, esto es, en el ser incompleto del hombre, en su insuficiencia ontológica, misma que es desde siempre búsqueda de completud” (Rivara, 2006, p. 63). El racionalismo es incapaz de “abrazar la vida”, mientras que el sentido ontológico de la razón poética en de Zambrano puede ser comprendido como otro tipo de racionalidad que no niega el aspecto poético de la vida humana:

Este es el mandato zambraniano: crear, frente a la ceguera, una forma de racionalidad que descienda y sea capaz de ver los sustratos más oscuros del ser y de la vida del hombre; soportar además el encuentro, ese viaje-viraje-descenso de modo tal que puedan abrirse las heridas suficientes, tanto en la razón como en el sujeto que la encarna, para que emerja la oscuridad, para que se desenvuelva, se devele, aparezca y suceda mostrando su ser, su constitutiva cercanía a la vida y al hombre. Y ello es así, dice Zambrano, porque lo humano no significa permanecer de una vez por todas en la luz sino solamente aparecer desde la sombra para volver a ella. El no ser pertenece tan originariamente como la sombra a la luz, sin la alteridad de lo oscuro, sin el juego de ocultamiento y desocultamiento, entraña una idea de vida que no corresponde al modo de ser del hombre. Por ello anota Zambrano que el ser en el hombre es una herida y que la vida brota de esa herida. (Rivara, 2006, p. 63)

En suma, para poder abrazar la vida es necesario adentrarse en sus dos aspectos constitutivos, ser y no-ser. María Zambrano no creyó en la posibilidad humana de alcanzar verdades absolutas –como, por ejemplo, sí creyó Platón–, por el contrario, ella concibió la filosofía como el ejercicio continuo de la pregunta.

Pensamiento y reflexiones en torno a la democracia

María Zambrano no fue una filósofa política en el sentido de la tradición occidental, su reflexión en torno a la democracia fue realizada desde su propia visión de la ontología. Aunque sus preocupaciones filosóficas estuvieron en su mayoría encaminadas hacia temas ontológicos, su primera obra, Horizonte del liberalismo (1930), trata sobre cuestiones políticas. Como primer punto, hay que señalar que para, Zambrano, la política y la historia están hermanadas, puesto que esta última es la condición de posibilidad de la primera:

La historia permite la visión del pasado, es el antídoto de la desmemoria, y la apertura a la comprensión del presente. La política, por su lado, tiene el peso del futuro, lleva en sí una concepción de la vida, un ansia de ser, de realización. (Dos Santos, 2001, p. 207)

Ahora bien, la filósofa vivió un momento muy complicado de la historia de España, en el que esta nación se encontraba en una situación desfavorable a causa de la pérdida de sus colonias. Este periodo fue de intensa reflexión: “Los jóvenes a quienes se les había inculcado la mentalidad de glorioso imperio, ante la dura realidad, peleaban con ‘ansia de rescate nacional’” (Dos Santos, 2001, p. 207). A partir de esta pregunta por el ser de España es posible distinguir dos concepciones políticas: tradicionalistas y revolucionarios:

Mientras que el conservador tiene una fe absoluta en la razón, el revolucionario cree que la vida está por encima de cualquier concepción raciona, pues es de una grandeza inabarcable. La razón, por más que se esfuerce, nunca conseguirá, en el entender de Zambrano, captar la totalidad de la vida. (Dos Santos, 2001, p 208)

Los políticos revolucionarios están abiertos al fluir de la vida, esto es, a entender la sociedad y la política como cosas cambiantes (nunca estáticas). Además, en el papel que juega la historia dentro de la política, es necesaria la conciliación entre pasado y futuro: “La responsabilidad del humano implica la conciencia de su circunstancia histórica, esto que Zambrano denomina ‘abrazar su tiempo’ se trate de un momento de gloria o de crisis” (Dos Santos, 2001, p. 209).

Además de exponer las reconciliaciones necesarias para la política de su tiempo, María Zambrano concibió una teoría propia de la democracia que se articula a partir de la idea de persona. Según la filósofa esta noción surgió con Sócrates, “quien empieza a cuidar esta dimensión de lo humano al establecer como preocupación esencial el autoconocimiento” (Dos Santos, 2001, p. 209). Zambrano consideró que con Sócrates apareció la conciencia individual, aspecto de la vida humana que no es dado, sino que se ha ido construyendo históricamente. En las primeras civilizaciones había tiempo de convivencia social –a partir del cual se desarrolla la historia– pero no tiempo propio, para la reflexión. En este sentido ‘el tiempo de la soledad’ es una conquista de la humanidad, puesto que en la antigüedad dicho tiempo era un privilegio del que gozaban sólo unos pocos. Las sociedades occidentales tendieron hacia el desarrollo del individualismo que a su vez supone un aumento proporcional de la responsabilidad:

Esto es común tanto al pueblo como a sus dirigentes: la posibilidad de pensar, esto es, de hablar y de dudar en voz alta. Este en voz alta quiere decir públicamente, y constituye pata Zambrano el principal motivo de temor de aquellos que poseen tendencias despóticas y tiránicas. (p. 210)

Ahora bien, partiendo del supuesto de la responsabilidad que tienen las personas gracias a las condiciones históricas que les han permitido, según Zambrano, tener el tiempo suficiente para el autoconocimiento y para la reflexión sobre su realidad, podemos encontrar una concepción de la democracia en la que la idea de persona es la base para su realización:

Persona y democracia son, como dice Zambrano, palabras de la misma constelación, sus órbitas se conjugan y vitalizan. Ser persona implica darse cuenta de que ‘somos necesariamente libres’, es decir, tenemos que responsabilizarnos de las opciones tomadas e implicarnos en lo que hacemos porque en ello va nuestra vida. La democracia, por su parte, permite al crear espacio para la esperanza, el desarrollo de la persona, y, por otro lado, necesita que las personas la actualicen constantemente. Según Zambrano, no es posible elegirse al sí mismo sin elegir al mismo tiempo a todos los demás, no hay pues peligro de discriminaciones en el desarrollo de la persona; de su núcleo hace parte la piedad, ese modo de intelección preparado para tratar con todo lo que es radicalmente otro, de modo adecuado, sin desprecios ni distancias. (Dos Santos, 2001, p. 212)

En suma, la filósofa española encontró que la individualidad es un momento clave para el desarrollo de la democracia y que sólo mediante la reflexión y el antidogmatismo, esto es, aceptar la política como un fluir de acontecimientos, es posible combatir los totalitarismos.

Impacto de su pensamiento en el mundo fáctico

Aunque durante su época, las ideas de María Zambrano no tuvieron el reconocimiento que merecían y no fue sino hasta ya entrada su vejez que obtuvo premios y distinciones, el legado de la filósofa es indiscutible. Sus textos, que nos sirven para pensar grandes problemas ontológicos y políticos, son estudiados ampliamente en las universidades de países hispanohablantes.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

fourteen + three =