Jean-Jacques Rousseau
( 1712 - 1778 )
Filosofía
Siglo XVIII e Ilustración

En contexto

Jean-Jaques Rousseau, fue un filósofo del siglo XVIII nacido en Ginebra, Suiza, el 28 de junio de 1712. Fue hijo de un relojero. A los 13 años fue enviado a un taller en calidad de aprendiz de grabador, pero escapó. Su interés hacia temas intelectuales lo obtuvo a partir de su relación con la baronesa de Warens. Rousseau no recibió una formación académica como otros filósofos de su época sí lo hicieron, pero aprovechó muy bien su temporada al lado de la baronesa para dedicarse a leer rigurosamente y compensar las deficiencias de su educación. A lo largo de su vida, ocupó diversos cargos públicos y residió en varias ciudades europeas. Destaca su estancia en París donde sostuvo amistad con hombres de la talla de Voltaire y, además, fue encargado por Diderot para escribir algunos artículos sobre música para su Enciclopedia (Copleston, 1994).

Su primera obra relevante fue su Discurso sobre las Ciencias y las Artes, que le valió un prestigioso premio por la Academia de Dijon. Posteriormente, compitió otra vez por un premio diferente con su aclamado Discurso sobre el Origen y los Fundamentos de la Desigualdad entre los Hombres que, si bien no ganó, fue publicado en 1758 y continúa siendo estudiado hoy en día. En 1762 publicó su trabajo más importante El Contrato Social y también Emilio, libro sobre educación (Copleston, 1994). Al mismo tiempo que Rousseau se encontró publicando sus obras más importantes, tenía lugar el movimiento intelectual europeo conocido como la Ilustración (Delaney, s. f.). Además, unos años después de su muerte (2 de julio de 1778 a causa de un derrame cerebral) tuvo lugar la Revolución Francesa, evento histórico clave para entender la conformación de nuestras sociedades contemporáneas.

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Contexto intelectual

El filósofo ginebrino principalmente fue influido por el naturalismo moderno (p. ej. Hugo Grocio o Samuel von Pufendorf); también fue influido por el republicanismo clásico del que tomó la idea de virtud. Además, Thomas Hobbes ejerció gran influencia en su teoría contractualista (Delaney, s. f.).

Otro aspecto que debemos tener en cuenta para delimitar el contexto intelectual en el que se desenvolvió el filósofo, es su relación de antagonismo con el movimiento de los ilustrados. De acuerdo con Sabine (2009), Rousseau pasó una temporada en París en la que tuvo contacto con intelectuales de renombre como Diderot. Con éste sostuvo una polémica en la que intercambiaron algunos descalificativos. Además, el ginebrino nunca defendió una filosofía apegada a la de los círculos intelectuales más importantes de su época:

Rousseau difería de sus contemporáneos en todo menos en sus opiniones; incluso cuando empleaba las mismas palabras les daba un sentido diferente. Su carácter, su concepción de la vida, su escala de valores, sus reacciones instintivas diferían esencialmente de todo lo que la Ilustración consideraba como admirable. Los doce años transcurridos entre 1744 y 1756 que pasó en París, le asociaron íntimamente con el círculo que escribió la Enciclopedia, pero sólo produjeron en ambas partes la convicción de que allí Rousseau estaba fuera de lugar (Sabine, 2009, p. 423).

El pasaje anterior nos sirve para entender que, en lo intelectual, el filósofo siempre mantuvo el interés por desmarcarse de las teorías más difundidas de su época. Tanto en lo moral como lo político, Rousseau mostró un pensamiento original.

Pensamiento y reflexiones en torno a la democracia

Rousseau reflexionó en torno a la democracia en El Contrato Social. Según Rousseau (2018), el pacto social que una comunidad de hombres realiza para instaurar un gobierno es un acto de donación por parte de la comunidad. Entonces, para que sea posible el Estado es necesario que antes se haya formado una comunidad:

Un pueblo dice Grocio, puede darse a un rey. Según Grocio, un pueblo ya es, pues, un pueblo antes de darse a un rey. Esta misma donación es un acto civil, supone una deliberación pública. Antes, pues, de examinar el acto por el cual un pueblo elige a un rey, convendría examinar el acto por el cual un pueblo es un pueblo (p. 269).

Esta comunidad de la que habla no alcanza su plenitud en esta donación originaria, sino que su participación en los asuntos del Estado tiene que ser activa para alcanzar tal fin. Por esta razón, para Rousseau (2018), la representación es incompatible con la democracia. Para el buen funcionamiento del Estado es necesario que toda la comunidad esté involucrada en sus tareas. En consecuencia, un Estado de representantes está condenado al fracaso: “Desde el instante en que el servicio público deja de ser el principal interés de los ciudadanos y que prefieren servir con su bolsa antes que con su persona, el Estado se encuentra ya cerca de su ruina” (p. 332).

Concibió que la democracia directa es la única forma legítima de gobierno; sin embargo, también entendió los problemas que esto implicaba. Por ejemplo, en un Estado grande, sería muy difícil que la comunidad participe activamente en todas las decisiones, y, en un Estado muy pequeño, la democracia directa funcionaría, pero corre el riesgo de ser dominada y absorbida por otro Estado más grande, Así, la única posible solución que Rousseau (2018) encontró a este problema fue la de establecer confederaciones, pero a esto sólo dedica una pequeña nota al pie en Libro III, Capítulo XV del Contrato Social. Por esto, aunque la cuestión queda irresuelta, la postura del autor sobre la democracia es clara: la comunidad ocupa un papel central en la conformación y en la permanencia de todo Estado. Cómo sería posible la igualdad de participación en nuestras enormes comunidades actuales es una pregunta que aún queda por responder.

Impacto de su pensamiento en la realidad

Por un lado, las ideas políticas del filósofo ginebrino fueron el estandarte de los líderes de la Revolución Francesa. Por otro, hay que destacar que su pensamiento sigue siendo estudiado y discutido en universidades a lo largo del mundo, sobre todo en los temas de la tensión entre la libertad individual y el totalitarismo, además de su concepción de la familia (Delaney, s. f.).

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