Alberto Melucci
( 1943 - 2001 )
Sociología
Mundo Contemporáneo

En contexto

Alberto Melucci, nació el 27 de noviembre de 1943 en Rimini, Italia dentro de una familia de clase obrera. En su juventud fue católico sin embargo observaba con recelo la Institución Católica en Italia. Estudió filosofía en la Universidad Católica de Milán en 1967 y sus estudios de posgrado los realizó en la Universidad Estatal de Milán en 1970. Se tituló como Doctor en Sociología en Universidad París-Sorbona en 1977 y, posteriormente, en la Universidad de París VII, en 1981, como Doctor en Psicología Clínica. El haber estudiado filosofía, lo llevó al planteamiento sobre la relación entre marxismo y religión, lo cual derivaría en la necesidad de profundizar en el saber sociológico (Casquette, 2001).

Fue profesor asistente en la Universidad de Milán, así como profesor asociado en la Universidad de Sassari de Italia y en la Universidad Estatal de Milán; de igual modo fue profesor graduado de Psicología Clínica de la Universidad Estatal de Milán. Desde 1990 fue Profesor visitante de la New School for Social Research, del Massachusetts Institute of Technology, Cambridge y Supervisor asociado profesor visitante del Ecole des Hautes Etudes en Scis. Sociales. Falleció el 13 de septiembre de 2001, como consecuencia de una enfermedad terminal.

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Contexto intelectual

Durante sus años de estudio, Melucci estuvo bajo la enseñanza de notables sociólogos italianos como Gallino, Pagani o Pizzorno. Asimismo, realizó su tesis doctoral bajo la supervisión de Alain Touraine (Casquette, 2001).

Pensamiento y reflexiones en torno a la democracia

En su obra Acción colectiva, vida cotidiana y democracia (1999), Melucci hace referencia a la democracia de la complejidad. Para comprender este término, resulta de importancia entender el concepto de Melucci de sociedad compleja:

La sociedad es compleja en tanto se caracteriza por tres elementos que son singulares de los sistemas complejos, a saber; diferenciación, variabilidad y exceso de opciones (Melucci lo denomina exceso cultural). La diferenciación se basa en la diversificación y autonomización (en tanto funcionan con sus reglas propias) de espacios sociales de experiencias (subsistemas), la variabilidad da cuenta del continuo cambio al interior de estos espacios, y el exceso –cultural- nos informa sobre la desbordante cantidad de opciones que posee un individuo, es decir, que superan su capacidad de acción. (Acevedo Rodríguez, 2013)

Asimismo, resulta de gran importancia el concepto que Melucci (2018), refirió como acción colectiva, haciendo énfasis en que ésta “hace posible la negociación y la instauración de acuerdos públicos que […] sirven no obstante como condición para una democracia política capaz de proteger a la comunidad de los riesgos cada vez mayores de un ejercicio arbitrario del poder o de la violencia” (pp. 165-166). Mediante estas nociones de sociedad y acción colectiva, Melucci (2018), habló de una democracia de la complejidad, la cual se encuentra fundamentada en la presencia de espacios públicos, garantizados por reglas y derechos, donde es posible escuchar a todos los ciudadanos y todos los individuos pueden encontrar redes de solidaridad para construir identidades autorreflexivas y significados que le den sentido a su existencia:

Trata acerca de una democracia en la que el valor de la palabra se recupere. En este sentido establece que sólo con una ética que tenga soporte en la capacidad de los hombres para ponerse de acuerdo se va a crear una nueva dimensión moral de la acción humana. (Cruz Atienza, 2001, p. 261)

Melucci (2018), consideraba que la democracia posindustrial implica ciertos dilemas que son de importancia analizar. En primera instancia encontramos el dilema de la variabilidad del excedente el cual refiere a la necesidad de cambio constante. Para el autor, en los sistemas complejos resulta necesario “tener en cuenta intereses cambiantes, una amplia distribución de actores sociales y la variabilidad de sus intereses agregados, garantizando al mismo tiempo, por otro lado, sistemas de reglas y prescripciones que aseguren cierta predictibilidad al comportamiento y a los procedimientos” (pp. 169-170).

Existe un segundo dilema referente a la imposibilidad de decidir los fines últimos, ya que en los sistemas complejos existe una evidente fragmentación de poder, así como “una fragmentación de las estructuras políticas de toma de decisiones, originando numerosos gobiernos parciales que resultan difíciles de coordinar” (p. 170) Este dilema de la imposibilidad de decidir los fines últimos, refiere al hecho de que, a pesar de que muchas decisiones son tomadas, cada vez es más complejo decidir qué es esencial (Melucci, 2018).

En último lugar se encuentra el dilema de la participación dependiente. Melucci (2018), observaba que en los sistemas pluralistas occidentales existe cada vez más una mayor extensión de la ciudadanía y de la participación; aunado a esto se presenta una creciente necesidad de planificar la sociedad en su conjunto, esto con relación a los derechos individuales y colectivos, atendiendo a pluralidad de intereses y decisiones. De igual modo, Melucci (2018), consideraba que creer aún que la esencia de la democracia implica asegurar la competencia de intereses, así como reglas que hacen posible su representación, implica dejar de apreciar los alcances de las transformaciones sociopolíticas que se evidencian dentro de los sistemas complejos.

En las sociedades complejas, la democracia requiere de condiciones que permitan a los individuos y a los grupos sociales afirmarse y ser reconocidos por lo que son o por lo que desean ser. […] Una democracia no autoritaria en las sociedades complejas presupone […] el derecho de hacer que la propia voz sea oída mediante la representación o mediante las condiciones de escucha, así como el derecho de pertenecer o dejar de hacerlo para producir nuevos significados. (pp.172-173)

Para que sea posible la construcción de esta democracia concebida por Melucci (2018), ésta debe constituirse por espacios públicos que no dependan de instituciones gubernamentales, partidos y estructuras estatales.

En conclusión, Melucci (2018) consideraba que, al asumir la responsabilidad de sus demandas y conflicto, la sociedad los somete a la negociación y decisiones por lo cual abre la posibilidad a transformarlos en condiciones de cambio. “Por lo tanto, hace posible la existencia de una ‘democracia de la vida cotidiana’, sin anular la especificidad y la independencia de los ‘movimientos’ y sin ocultar el uso del poder detrás de procedimientos de toma de decisiones supuestamente neutrales” (p.174).

La línea central de las ideas de Melucci refiere a los conceptos de acción colectiva, conflicto social y los estudios sobre movimientos sociales e identidad colectiva. Casquette (2001), explica con claridad lo que implican los movimientos sociales, estos resultan de las presiones que recibe la sociedad hacia la uniformidad y el consenso; dichas presiones se encuentran con “fuerzas que oponen resistencia, fuerzas que inventan contenidos y formas de acción que chocan con la cultura dominante y con la imagen «normal» de las necesidades que estos sistemas deben satisfacer por medio de su entramado organizativo y asistencial” (p.9).

Estas fuerzas de resistencia son los movimientos sociales, que son “expresiones de un conflicto, como signos que anuncian mediante la palabra, cual «profetas del presente», una profunda mutación en la lógica y el funcionamiento de las sociedades complejas” (p.9).

Dichos movimientos contemporáneos son redes de solidaridad que desafían el discurso dominante y suponen también un desafió a los códigos que organizan la información y establecen las prácticas sociales. Así, los conflictos emergen en áreas donde los aparatos de control intervienen y buscan definir y controlar las identidades individuales y colectivas; este proceso provoca que los sujetos reclamen su derecho a ser ellos mismos, quebrando los límites de compatibilidad del sistema hacia el que se dirige la acción (Casquette, 2001, p. 9).

Estos movimientos sociales implican un elemento central: la identidad colectiva. Mediante esta identidad los actores pueden construir expectativas, compararlas con la realidad y su estructura de oportunidades. Esta identidad colectiva “responde a un proceso de construcción social por parte de los individuos o grupos que forman parte de un movimiento social” (Tejerina, 2005, p. 80)

Una identidad colectiva se conforma de tres elementos: en primer lugar, la presencia de aspectos cognitivos presentes en una serie de rituales, prácticas y producciones culturales que derivan en una definición sobre los fines, los medios y el ámbito de la acción colectiva. Como segundo aspecto, la identidad colectiva es comprendida por una red de relaciones entre actores que comunican, influencian, interactúan, negocian entre sí y adoptan decisiones. Tercero, en esta identidad también hay una implicación emocional, que posibilite a los activistas ser parte de un “nosotros” (Tejerina, 2005, pp. 80-81).

Impacto de su pensamiento en el mundo fáctico

Melucci, es considerado el precursor fundamental de la conceptualización de “nuevo movimiento social”. Al fallecer dejó como legado una extensa y original obra de importante impacto en la sociología contemporánea (Casquette, 2001). Melucci supo ver como nadie la dimensión constructivista de la acción colectiva, resaltando los desafíos simbólicos de los movimientos sociales, así como señalar el proceso de construcción de una identidad colectiva que fomente, a su vez, la acción colectiva (Tejerina, 2001).

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